domingo, 10 de abril de 2011

"solo hasta que se vaya el sol a dormir"

-Déjame que te enseñe lo mejor de mí. Deja que te muestre lo que tengo dentro. Oh, por favor... no te vayas sin conocerme. Quiero que puedas ver... que al menos sepas lo que te has perdido.
-Me tengo que ir. De veras, me gustaría quedarme, pero me tengo que ir.
-¿Sabes? La luna me lo advirtió.
-¿El qué?
-Que serías difícil de convencer.
-¿De qué me quieres convencer?
-Quizás me equivoco, pero creo que vale la pena salir a nadar con delfines al menos una vez en la vida. Así, cuando te entristezcas, siempre puedes bajar a la playa a nadar, y recordar la sensación de aquella única vez. Llámame arrogante, pero me gusta mostrarme.
-¿Y por qué nadie te conoce realmente?
-Porque soy un poco elitista. Pero no soy solo yo. Todas las personas somos un poco icebergs.
-¿Porque nadamos a la deriva?
-No, no -dijo entre risas-. Porque mostramos solo la puntita que sale del agua. Lo que queda sumergido es lo mejor, lo más importante. Y en cada uno es distinto. Hay muchos que no tienen nada, que son gente simple, gente sin aspiraciones ni objetivos. Hay gente que simplemente un gran espacio por explorar, y eso es porque no se han descubierto todavía; gente con potencial de domador de leones o con valentía de piloto. Hay gente que tiene todo un bloque de hielo bajo la superficie, donde esconde recuerdos, sueños, magia y amor. Y lo más hermoso de vivir es ir encontrando a gente que pueda mostrar algo genial, que se sienta confiado a sumergirse contigo, y mostrarte razones para que quieras seguir explorándolos.
-Y tú...
-Déjame que te lleve conmigo. Déjame mostrarte lo que sostiene el pedacito de hielo que asoma sobre el agua.
-¿Por qué yo?
-¿En serio me lo preguntas? ¡Yo qué sé! No me entiendo, Paula, no me entiendo en absoluto. No sé en qué consiste este juego. Es sin querer, no sé por qué lo hago, pero me gusta, y quiero jugar.
-¿Jugar?
-Sí, me resulta extraño porque hace tiempo que no juego. Pero me recuerda a la sensación de cuando era pequeño y me proponían un juego nuevo, y me sentía interesado por aprender y ver si era tan divertido que valiese la pena pasar una tarde entera jugando a él. Y eso me sucede. Tengo ganas de pasar una tarde entera descubriéndome, descubriéndote.
-Oh. Pero... yo tenía que irme a casa. Me dijo mamá que era hora de volver.
-¿No quieres quedarte a jugar conmigo?
-Jo, claro. Me gusta jugar por la noche.
-Por favor, Paula, quédate conmigo.
Desenfundó una de esas sonrisas gigantes de chico grande, y a Paula le floreció el color en las mejillas. Se sentó junto a él en la hierba, debajo de aquella vieja encina.
-Bueno, pero solo hasta que se vaya el sol a dormir.

1 comentario:

  1. Borja y yo nos llevaríamos genial. Seguro segurísimo.


    Una bolsita llena de sugus de cereza.

    ResponderEliminar