domingo, 12 de diciembre de 2010

Borja vio de fondo una silueta pequeña.

Borja vio de fondo una silueta pequeña. Sólo se veía una mancha de pelo rojizo y un bulto marrón, caminando aprisa, moviéndose con soltura. Se apresuró por alcanzarla. ¿Por qué? Ni él lo sabía. Quizás por esa sensación que lo perseguía desde que habló con ella por primera vez, que le impulsaba a buscarla. Mientras llegaba hasta ella intentaba ordenar sus ideas. Entonces ella se paró de pronto a mirar un escaparate. Y claro, si te detienes tan súbitamente y hay alguien siguiéndote, se nota. Miró al chico y vio su cara sorprendida. Se quedó mirando para él, quizá esperando que se explicara. Y él enmudeció. “¿Qué decir? Si es que mírala, ahí, tan pequeña y tan imponente. Una carita tan niña con una mirada tan profunda.” Y entonces ella sonrió menudo, y siguió andando. Pero sólo después de tres pasos, volvió la cabeza repentinamente, con una sombra de tristeza, y lo miró a los ojos.
-No, no. ¡Espera! –se le escapó.
Se giró del todo. La tristeza ya no era tristeza. Era… ¿curiosidad? Y entonces sí que sonrió.
-¿Quieres venir conmigo a los columpios?



(gracias a la señorita que me mostró la magia de los columpios con sus palabras)

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