lunes, 28 de marzo de 2011

La primavera de los caracoles

La llegada de la primavera siempre se espera con ansiedad durante los últimos días de invierno. En el bosque, todos los animales están deseando sentir el calorcillo del sol y el despertar a la vida; las ardillas tienen ganas de perseguirse entre capullos florecientes, las lagartijas echan de menos sentir calor, y no tener que tomar el sol durante horas hasta conseguir calentar sus fríos cuerpecillos.

A lo largo y ancho del bosque, cada uno celebra la primavera a su manera. Los osos salen a jugar, ¡muchos oseznos lo hacen por primera vez! Algunos lobos intrépidos se aventuran a bañarse en el río (y las nutrias se ríen de ellos, las muy despiadadas). ¡Y los caracoles celebran un baile!

Siempre se ponen nerviosos al notar el deshielo de marzo. Comienzan a cuidar el aspecto de sus conchas y a medir su alimentación. Ponen más atención de no meterse en el camino de nadie, y se fijan en los demás caracoles, para no coincidir en los dibujos de la concha con ninguno.

En el bosque de Dar Graida, los caracoles son las criaturas más presumidas (¡que no presuntuosas!). Buscan la originalidad hasta debajo de las piedras, porque ningún caracol que se precie querría juntar sus cuernos a ningún otro caracol sin personalidad.

Así que la mañana del equinoccio, una procesión de estos bichitos desfila hacia el claro del bosque, donde las Grandes Rocas, y desde el mediodía hasta que anochece los pájaros cantan para musicar el festival. Y al final del día, los caracoles se emparejan. Si no hallan ahí a su amor, nunca más tendrán la oportunidad, así que ¡fíjate lo importante que es para ellos!

Pero llega la noche, y cada uno vuelve a su cueva. ¡Shhh! La luna canta y los grillos lloran la soledad de los que oyen su canción.

1 comentario:

  1. Pobres caracoles sin parejas. Pero bueno, otro equinoccio será.

    (eso sí, por preferir, yo prefiero ser grillo a caracol)


    Una bolsita llena de sugus de frambuesa.

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