sábado, 7 de abril de 2012

La niña de las aceitunas

La niña de las aceitunas era la niña más linda del país de los charcos. Tenía la piel del sur y los ojos manchados por la magia de la luna. era imposible no quedarte colgando de su mirada. Guardaba en el bolsillo una retahila de contestaciones insolentes y escondía su descaro con sonrisas. Discutía cada uno de mis despropósitos y aprobaba las locuras que creía oportunas. Aparecía de mes en mes, si me descuido de año en año, pero me ataba a su corazón precioso con promesas desconcertantes.

Hace tiempo que me enamoró con sus confesiones ebrias. Luego me llevó a otra dimensión con su música (porque la niña de las aceitunas sabía jugar con el violín, la muy aceitunera). Quizá me encantaba de ella que escondía en declaraciones de odio el amor más grande. Adoraba saber que siempre había alguien dispuesto a insultarme, y justo a continuación sonreírme y hacerme suya para siempre.

La niña de las aceitunas era una niña con ansias de aventuras. ¡Joder, cómo no quererla! Estaba dispuesta a lo que la vida le regalara, pero cuidaba sus espaldas con sus olivares. Lograba todo lo que se proponía. Triunfadora nata, pisaba sobre seguro, y siempre sabía lo que se hacía. Y si no era así, nadie lo notaba, porque su fuerza era enorme igualmente.

Cuando se hizo mayor decidió trazar su futuro con escuadra y cartabón. Y a mí se me ocurrió retarla. Yo soñaba, y ella sacudía su cabeza para mantenerse en el suelo. Pero mis sueños habían cogido aire y con la fuerza de un buen par de alas sobrevolaban la conciencia de la niña de las aceitunas. Yo viajé a sus sueños de olivo y le pedí que dibujara los planos para mi palacio de luna y arena.

Aún no lo sabía, pero la niña de las aceitunas era la única que podía afilar el lápiz de colorear sonrisas.

1 comentario:

  1. Creo que la niña de la aceituna y tú debeis sentiros agradecidas por haberos encontrado mutuamente, ya que hay muy poca gente que sepa desprender la energía para generar sonrisas.
    Precioso.

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