jueves, 24 de marzo de 2011

-Cielo, te prometo que no te va a pasar nada.

-Tengo miedo de la noche.
-Estoy aquí.
Sus ojos se curvaron, y un gatito mostró su cola sobresaliendo del corazón.
-¿Qué más da que no me veas? –le rodeó la mano con las suyas-. Estaré contigo hasta que deje de pensar en ti, y te prometo que, mientras tú pienses en mí todas las noches, yo pensaré en ti.
-Papá… -y le dio el abrazo más grande que una hija podía regalar.
Él besó su cabecita rizada.

No se dio cuenta de que los años habían pasado, y una noche se olvidó de pensar en él. Al día siguiente lloró como la niña pequeña que él había mantenido en ella, y desde entonces se olvidó de cómo sonreír. El gato de su corazón expiró de un solo maullido.

1 comentario:

  1. Pero que relato más tierno y triste a partes iguales. No ha podido más que encantarme.


    Una bolsita llena de sugus de cereza.

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