miércoles, 10 de noviembre de 2010

Borja era un chico grande.

Borja era un chico grande, grande de verdad. Sus hombros anchos no dejaban ver a través de su corazón, ¡y menos mal! Tenía la cara cuadrada, las mandíbulas marcadas y unas manos enormes. A primera vista parecía que su cuerpo escondía un corazón pequeño y descolorido. Quzás la fuerza de su mirada amedrentara al más valiente, y sus escasas sonrisas hicieran suponerlo seco y frío.
Pero lo cierto es que cultivaba su pequeña parcelita de amor propio, que cuidaba a diario con esmero. Cada día, al salir de clase, miraba al cielo e inspiraba fuerte. Andaba levantando los pies, cuidando de no pisar hormigas. A veces, cuando recogía del tiempo cinco minutos olvidados, se apresuraba por entrar a las librería a acariciar lomos. Cuando coincidía con compañeros en estos ratos vagabundos, y estos se sorprendían al verlo, se encogía de hombros. Y si le preguntaban se limitaba a contestar "busco un regalo". Y era cierto. El mejor regalo eran los misterios de historias nuevas. Le intrigaban los personajes desconocidos y leer hacía sonreír a su tímido corazón.
Muchas noches salía a pasear, y jugaba a pensar incoherencias. Siguiendo el hilo de sus pensamientos se divertía, y volvía a casa con una alegría infantil, con sensación de haber hecho una travesura, por no hacer nada de eso que se considera útil.

No era más que un niño grande con alma de oso. Le gustaban los dibujos esbozados y las descripciones plásticas. Guardaba en una caja estampada a manchas otra cajita llena de frascos. Y aunque todavía no sabía de qué llenarlos, le gustaba verlos. Le intrigaba la fragilidad del vidrio. Él creía que todo el mundo era igual a él, y que todos guardaban una cajita con frascos de cristal. Incluso algunos los tenían llenos. Por eso no consideró nunca relevante hablar de ello. Entre sus amigos no hablaban de esas cosas. Quizás a Borja le hubiera gustado conocer los pequeños detalles de aquellos próximos a él, pero como nunca había surgido el tema, no se le había presentado ocasión. Y la verdad, los chicos grandes no hablan de esas cosas.

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