sábado, 8 de enero de 2011

Era un sábado

Era un sábado. Como cada sábado, caminaba con calma hacia el cine. Sesión de madrugada. Más barata, menos gente. Más fácil soñar. Más fácil escabullirse en medio de la película sin notar miradas escrutadoras. Sólo lo hacía cuando le entraba miedo. A veces le entraba en películas que a nadie más. Cuando notaba que no sonreía por dentro, dejaba pasar diez minutos, y entonces salía. Los diez minutos eran los de porsiacaso. Y su terapia era ir a un parque. Se ponía música, y bailaba. Con los brazos abiertos, con cuidado de no despertar a los pájaros ni de molestar a los murciélagos. Cuando la película le gustaba, iba a echar caramelos en buzones y a pegar posits. Tenía sus puertas. Sabía a quienes les hacía ilusión, porque en más de una ocasión se había quedado esperando a ver las reacciones. Fue durante su temporadad de insomnio cuando empezó con todo esto. Debió pasar cerca de un mes durmiendo una hora al día. Y a la segunda semana se hartó de los puzzles, y buscó alternativas. Algunos jueves iba a conocer borrachos. Aunque la verdad es que dejó de hacerlo al poco tiempo, porque encontraba a más gente desagradable que a personas especiales.

Así era Paula. Buscaba sonrisas perdidas en las alcantarillas tiradas de los callejones. Besaba ranas para ver si se convertían en príncipes. Porque, pese a todo, echaba de menos un Oso al que abrazar cada noche.

1 comentario:

  1. ¡Grandiosa entrada!
    me agrada tu forma de escribir c: Ya te sigo.

    Un gustazo, chamaquilla de los pies de plomo.

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