Ton desplegó sus alas pardas, y de pronto se vio a sí mismo sobrevolando la sierra castellana. El viento revolvía su pelo, y sus ojos brillaban de pasión. El aroma a encina despertaba sus sentidos. Desde arriba, todo era diferente; mucho mejor. Sin querer, se le escaparon una sonrisa y un par de lágrimas. El aire le refrescó la boca, y un estornudo salió del susto. Miró hacia el horizonte y viró hacia el sur entornando las alas. El viento le empujaba a su favor y se recreó, meciéndose entre corrientes.
Entonces vio un par de alas rubias surgiendo entre nieblas, a su derecha. Al principio, confuso, imaginó que podría ser una águila imperial de extraordinario tamaño. Pero jamás había visto ninguna águila albina. al notarla acercarse, se descubrió un rostro. Y un cuerpo.
Sus miradas reflejaban sorpresa y estupor. De pronto el sol salió de detrás de una nube, y notaron la calidez. Y ella sonrió gigante, y se lanzó contra él en picado. La esquivó, más confuso aun. Ella se alzó de nuevo. Se miraron de frente, y ahí comprendió. Una nube refulgió en esa sonrisa.
Se vio envuelto en el juego más divertido de su vida. Ella superaba en picardía a los halcones, en ingenio a los murciélagos y en destreza a los martines pescadores. Y él no podía dejar de buscar sus volteretas. Pero ella lo superaba una y otra vez, con la conciencia de quien sabe que tiene la sartén cogida por el mango. Hasta que en una de esas se adelantó a ella, y sus plumas se rozaron. Fue tan eléctrico que perdió altura, y por un instante temió la caída. Cuando volvió a mirarla, descubrió su rubor, y de un momento a otro le entraron las prisas. Dio una vuelta en torno a él, a modo de despedida, y se alejó, llevándose sus rubores y sus sonrisas de nube.
Y él se quedó solo en medio de aquella inmensidad azul, envuelto aún en un aroma de juego infantil y mirada de sirena. El viento le meció, y por primera vez en su vida sintió la pequeña penita pena de que se acabe un día, porque sabes que ni el siguiente ni ningún otro serán igual.
Que pena que aquellas sonrisas de nubes hayan decidido irse.
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