sábado, 31 de diciembre de 2011

La serpiente ciega

Hace quién sabe cuanto tiempo vivió en un regato (concreto) una serpiente sin ojos. Cuando era más culebrilla que otra cosa, al poco tiempo de nacer, una lechuza la cogió, confundiéndola con una lombriz, y le picó en la mirada, cegándola para siempre. La serpiente, deshilachada en dolor, mordió a la lechuza y se escurrió como pudo de sus garras de hierro. Se escondió entre raíces y hojarasca, agonizando. Y quiso mamá Iarnal que se salvara la serpiete, y curó las heridas de sus ojos. No volvió a ver, pero al menos seguía viva.

Años después, no recordaba apenas comoera la vida más que a oscuras, y se sentía dichosa de seguir viviéndola. Claro que era una serpiente, sin brazos, patas ni ojos. No podía tantear su camino, y al principio se tropezaba con cada obstáculo. Poco tardó en aprender a sentir.
Sintió la tierra, y descubrió surcos que indicaban hacia donde bajaba el agua.
Sintió los árboles, y se abrazó a sus troncos en busca de comida.
Sintió el aire, y respiró.

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