viernes, 20 de enero de 2012

La chica torre de papel

La chica torre de papel era un dibujo a carboncillo. Su cara, a luces y sombras, contrastaba el brillo de sus ojos; la profundidad de su mirada con el color de su sonrisa. La chica torre de papel prometía un tacto narcotizante más allá de las telas que la envolvían. La chica torre de papel hacía soñar hasta a los niños más lindos con granjearse su cariño y sus caricias.

Yo sé de un gusanito que llegó hasta su ventana, y cada amanecer contemplaba abstraído su sueño inquieto. Ella se removía, y el gusanito tejió su seda en torno a su ternura. Para que no se le perdiese ni una sonrisa. Para que no se le escapase ni un abrazo.
Y llegó el invierno, y el gusanito trazó sus planes alrededor de la ventana de aquella fantástica chica torre de papel. Él sabía que ella lo cuidaría durante el frío, que nada le pasaría mientras los sueños de ella siguieran a salvo, resguardados en una pared de seda, al calor de su pensamiento.

La chica torre de papel descubrió con la primera nevada el capullo de seda de su ventana, y sonrió a primera vista. Un hilillo de su conciencia hizo estremecer su columna vertebral. Desde el espinazo recorrió su largo cuerpo hasta llegar a la punta de los pies, y allí el cosquilleo se quedó a dormir.
Algunas noches soñaba con mariposas, y volaba en promesas de primaveras. Ardía en ganas de ver a las flores despertar.

Un día el sol llamó a la cristalera, y serpenteó hasta besar la frente de la chica torre de papel. Ella despertó de una sonrisa, justo a tiempo para ver salir al gusanito, convertido en mariposa. Él revoloteó, torpe y primerizo, hasta que cogió fuerzas y se echó al cielo.

Contó a todas las flores de la belleza de la chica torre de papel. Y las flores a los pájaros. Un murciélago lo oyó y fue con el cuento a la luna, que desde entonces se asoma a tu ventana, y muerta de envidia y llena de amor, besa tu frente, llenándote de claros y nubes las fronteras de tus miradas.

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