sábado, 3 de diciembre de 2011

El gorrión que quería ser cigüeña

Todas las mañanas un gorrión cantaba frente a mi portal. Gorjeaba alegría y su música hacía sonrisas. Sus saltos pintaban de calidez el rocío de la hierba… pues cada amanecer la noche regaba de sudor frío el césped del parque frente a mi portal.
   
Era un gorrión pardo, tan gorrión como todos los gorriones. Pero para mí, más gorrión que ninguno. A mí me enamoró su fuerza, esa mirada de gigante cosida a un cuerpecillo brincadero.

Todas las mañanas bajaba a desayunar sol de invierno frente a mi portal, y el gorrioncillo se sentaba junto a mí, y me daba conversación. Me contaba cotilleos, peleas, escaramuzas, escafandras, viajes de helicóptero y vuelta de campana alrededor de Mercurio o Saturno. Reía cada vez que hablaba de las nubes.

-¡Pero si tú no has llegado jamás hasta ahí arriba! –yo buscaba sus cosquillas, y él reía a carcajadas.

Y entonces me hablaba de las cigüeñas. Aquel pájaro saltarín quería ser campanero de mayor, y ocupar la torre más alta de la catedral de Salamanca. A veces se aventuraba a soñar que migraba al sur, que hacía noche en la Alhambra y despertaba Gibraltar con sus canciones.

Saltaba de rama en rama y llegaba a la cima de un pino pelón; allí pasaba el día, y a la mañana siguiente me hablaba de la cigüeña a la que amaba. En voz baja, le recitaba poesías y cuentos, pero ella desde su atalaya nunca acertaba a oír su voz pequeña. Tan pequeña… A veces soñaba que se hacía grande y ella lo veía tan principillo por fuera como por dentro era su corazón.

Un día el gorrión se decidió a visitar la torre del palacio de Anaya, donde anidaba aquella cigüeña con perfil de reina y pájaros en la cabeza. Todo el día necesitó para trepar a la cima del campanario, y llegar al fin a aquel nido colosal. La cigüeña dormía… y el gorrión se moría de amor. Se acercó a ella, y con aquella voz pequeña llena de ternura cantó

No es que sea la noche
de las estrellas,
ni es que estés tú de más
en algún sitio…
de hecho, hasta tus más leves latidos
me sonrojan;
que ya los más fuertes
se encargan de darme fuerza.
(esto lo dijo casi en silencio)
Yo sólo venía a decir…
venía a decirte…
que quería coger un trozo de tu nido
para llevar siempre conmigo…
Todo lo que nunca digo
se hace grande en este silencio de plata.
Entre la luna y tus ojos de gata,
siempre lejos, lejos, lejos,
creo que me voy a enamorar.

Y el gorrión besó por dentro a la cigüeña, y fue tan dulce lo que le hizo sentir que el enorme pájaro se estremeció, soñando amor.

Pero los gorriones no están hechos de paciencia, ni de altruismo, y por encima este era muy pequeño. Se sentía tan pequeño, pero tan enorme por dentro, que de un salto se internó en la noche, y cayó al vacío.

Era el gorrión más gorrión que conocí. La luna lo salvó en el último momento, y con su magia de luna lo convirtió en belleza.

En tus ojos, veo el reflejo de la historia del gorrión más gorrión que conocí.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho Aurora! Sigue escuchando a gorrioncillos :) Canut

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