sábado, 22 de octubre de 2011

Érase una vez

un osito de peluche que se vistió de lobo feroz.
Se cortó el pelo, se hizo una cresta y se perforó las orejas.
Antes, sonreía por la calle; ahora gruñía. Reservaba sus gracias y simpatías para las estrellas.
Se puso una chupa de cuero para esconder sus bracitos suaves y su pecho de felpa.
Así, cuando hacía frío el aire no llegaba a su corazón tierno y resplandeciente.
Se puso unos pantalones de chándal, para pintar de calle sus sueños de luna y arena.
Porque cada vez que oía cantar a un gitano encaramado en una caja de fruta se le estremecían los retales que cosían sus piernecillas insostenibles.
Encontró en la basura unas zapatillas abiertas en los costados, pero las cosió bajo la sombra de un laurel con hilos de hierbas, y las dejó tan bien que hasta parecían sacadas de la caja.
En realidad, pisar las piedras del camino nunca endureció sus plantas; sólo conseguía abrir heridas y durezas que le hacían sollozar por las noches.
Y al final se puso fue un collar. De pinchos, para que nadie se acercara a él creyéndolo inocente e inofensivo.
Lo último que esperaba era atarse de aquella manera a su pose de oso duro y agresivo.
No se daba cuenta que lo que más valía de sí mismo era todo aquel pellejo de jirones de telas que había tratado de esconder del mundo enfundándose en su gruñido de bicho salvaje.
Lo mágico de aquel osito era, precisamente, descubrir que bajo esa cazadora ceñida había una tripa llena de vaivenes y sonrisas.

(1 de xullo do 2011)

1 comentario:

  1. increible, en serio, increible.
    justo justo
    para mi fuego, el que tienes dentro.

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