martes, 23 de noviembre de 2010

El tiempo corre distinto.

El tiempo corre distinto aquí, en esta ciudad de viento y frío. Las horas son iguales, las noches también empiezan y acaban con la luna. Incluso los niños sonríen con el mismo tono. Pero el tiempo pasa distinto. Esto es como una rueda en la que te vas dejando llevar, y miras por el cristal y tienes tiempo de ver todo. Pero allí, en el País de los Charcos, te dejas llevar por el ritmo de la lluvia, contando los días de cielo despejado que quedan hasta que la Navidad llegue a la ciudad... y pierdes la cuenta.
Aquí cada noche viene un fantasma a mostrarte el álbum familiar, y te susurra Soledades (Galerías, y otros poemas). Cada noche tienes más presente sus caras. ¿Qué las echas de menos? Por Dios, no me hagas reír, chica. Tú nunca has echado de menos a nadie. Nunca has querido a nadie lo suficiente. Si ni siquiera tienes el corazón apropiado para eso. Quizás sea eso, que al alejarse de la humedad tu cojera de sentimientos vaya curándose poco a poco.
Era feliz con sus duendes, sus ninfas y su luna. Creó un mundo de sueños para no acercarse demasiado a nadie. Quizás lo que necesitaba era volver a alejarse de todo para aprender a sonreír por sí misma.

En el País de los Charcos hay espíritus que salen de las alcantarillas (y saben sacarte las sonrisas).

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