viernes, 25 de febrero de 2011

El sol lanzó a su cara un destello despectivo.

El sol lanzó a su cara un destello despectivo. Su faz se arrugó en una mueca, y se tapó con el brazo. Diez minutos más tarde se resignó a levantarse. Mientras caminaba por la casa silenciosa, bostezaba, y su mente trataba de desenmarañarse las neuronas. Ir al baño, abrir la tapa, ¡aaah!, tirar de la cadena, volver al cuarto. Un chándal, una camiseta y unas zapatillas, y a la calle. Era invierno, pero el sol trataba, tímidamente, de calentar. Al menos no llovía ni el viento zarandeaba árboles, y creedme, eso se hace suficiente.

No había nadie en el parque, pero no tardarían en llegar. Se sentó, con calma, en un banco. Como los viejos, a ver a la gente pasar. Sacó una cajita de metal de su bolsillo, y sonrió al abrirla. No había gente en la calle, para bien y para mal. Era más aburrido, porque no tenía la distracción de observar a nadie; pero estaba solo, tranquilo y cómodo. Más cómodo que en su propia casa. Se lió un porro con el buen hacer de aquel que disfruta del arte de vivir.

Se distrajo observando a dos ardillas que correteaban entre dos robles. Saltaban de uno a otro. ¡Qué trapecismos! Funambulistas de la naturaleza, daba gusto ver sus maniobras. Sacó el mechero. ¡Aaah! Qué rico. Qué a gustito se estaba allí.

De lejos vio llegar a una figura conocida. Un chico se sentó a su lado, sin una sonrisa, un guiño, siquiera una mirada de reconocimiento. Y sabía lo que quería. Daba igual que él no hiciera la pregunta, porque ahí estaba esa respuesta fuera de lugar. Qué bien se conocían.

-El puma.

1 comentario:

  1. Conocerse tanto que no hagan falta gestos, es señal de que te encuentras junto a un alma gemela.

    (quién pudiera ser ardilla)


    Una bolsita llena de sugus de cereza.

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